viernes, 21 de junio de 2013

Respetable

A y B, lanzando miradas fugaces al público.

A
Vuélvemelo a explicar, porque sigo sin entenderlo.

B
¿Qué es lo que no entiendes?

A
Nada. No entiendo nada. ¿Cómo es posible…? ¿Cómo has podido…? ¡¿Cómo?!

B
Yo tampoco lo entiendo.
(Pausa.)
Estaba hablando contigo… Esto no hace falta que te lo explique. Lo has visto. Me estabas escuchando.

A
Sí.

B
Estaba hablando contigo y, de repente, no me preguntes por qué, de repente no he podido… no he podido seguir mirándote a los ojos. De pronto he sentido la necesidad de mirar hacia otra parte, hacia…

B señala al público.

A
¿Y por qué hacia allá? ¿Por qué no hacia ahí, hacia la tele? ¿O hacia el sofá? Dime, Bruce, ¿por qué de todos los sitios hacia donde podías haber dirigido tu mirada has tenido que escoger aquél?

B
Ya te he dicho que…

A
Y has hablado.

B
Claro que he hablado. ¿Qué querías que hiciera? No me podía quedar callado. Tenía… tenía que soltar todo lo que llevaba dentro. Y no por mí, eh. O no… no sólo por mí. Lo he hecho por ellos. Se merecían una explicación. Por ellos y por nosotros. Por nuestra historia.

A
Nuestra historia.

B
Sí, nuestra historia. Se estaba volviendo cada vez más compleja y… y… no se entendía. Tienes que entenderlo.

A
No hay nada que entender.

B
No, claro, porque tú ya lo entiendes. Y yo. Pero ellos… Por una vez podrías pensar en ellos, ¿no te parece?

A
Así que lo has hecho por ellos.

B
Sí, lo he hecho por ellos.

A
Por ellos.
(Pausa.)
Joder, Bruce, no me esperaba esto de ti. En serio, te tenía por una persona más centrada, más… más equilibrada. Jamás me habría imaginado que el eminente y respetable doctor Bruce Banner fuera capaz de romper la cuarta pared.
(Pausa.)
Esto es increíble.

OSCURO.

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