PICASSO
¿Que no se parece? ¿Que no se parece? ¿Que no se parece a Gertrude Stein?
(Pausa.)
Puede ser. Sí, sí, es posible. Pero no pasa nada, porque ya se parecerá.
PICASSO queda pensativo y silencioso. De repente, abandona el escenario y vuelve con un periódico actual.
PICASSO
Ayer salió una crítica. Una crítica de la obra.
(Señala el cuadro.)
No esta obra, sino ésta.
(Abarca con un gesto todo el escenario.)
Ésta.
(Lee:)
“Vaya por delante que El extraño caso de Pablo Ruiz Picasso no es una obra complaciente, sino todo lo contrario: se trata de un texto incómodo y, qué duda cabe, de la creación más audaz y transgresora de un autor iconoclasta que se ha ganado a pulso el apelativo de enfant terrible bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla un montaje nada convencional que a lo largo de dos horas socava los pilares de la cultura occidental, en una espiral de sexo desenfrenado y violencia sin cuartel que lo convierten en una auténtica gamberrada.”
(Repite:)
“Una auténtica gamberrada.”
(Pausa.)
Me gusta la crítica. Es la mejor crítica que me han hecho nunca. Es una crítica tan jodidamente buena que no me la merezco. En serio, no me la merezco. Ni yo ni el público. Querido público, no os merecéis esta crítica. Porque leéis lo de “auténtica gamberrada” y ya venís al teatro predispuestos. ¿Y con qué os tropezáis? Con una obra de teatro. Una obra con sus personajes, sus actos, sus escenas. Me he saltado unas convenciones, es cierto, pero lo he hecho a conciencia. Por ejemplo, el protagonista clava un clavo en la primera escena, un clavo que estará presente durante toda la obra y nadie, en ningún momento, colgará nada de él. Ni un cuadro. Lo he hecho a propósito. Nada en esta obra es gratuito, ni siquiera la violencia. Y esto el público lo debe ver. Debe ver que, pese a su falta de convencionalidad, es una obra de teatro como otra cualquiera. Tal vez sea la mejor obra que ha visto nunca, pero no deja de ser eso: teatro. Y si han venido buscando lo que cuenta la crítica, sin duda se van a sentir defraudados. Porque esto no es una “auténtica gamberrada”.
(Pausa.)
Pero no pasa nada, eh. ¿Que la obra descrita en la crítica no se parece a la obra real? No pasa nada. Ya se parecerá.
(Sonríe.)
¿Querían una gamberrada? ¿Querían una auténtica gamberrada?
PICASSO se lleva las manos a los bolsillos y saca sendos puñados de bombas fétidas. Las arroja a la platea, de una en una, mientras suena “Petit enfant terrible”, de La Banda Municipal del Polo Norte.
OSCURO.