lunes, 20 de febrero de 2017

Un buen ejemplo (para matar la espera)

Una MUJER espera, impaciente.

MUJER
Tengo prisa.

El semáforo está en rojo, pero no pasa ningún coche y yo tengo prisa. Me dispongo a cruzar la calle. De pronto, veo que en la otra acera hay dos personas. Una madre y una hija. La hija tiene seis años. Por ejemplo. Tal vez tiene siete, u ocho, no lo sé. La madre tiene… Da igual. Soy una negada para las edades.

Están esperando a que el semáforo se ponga verde. Yo también espero. Tengo prisa, y no pasa ningún coche. Ni ninguna moto. Ni ninguna bicicleta. Pero ahora no puedo cruzar la calle. Si lo hago, le estaré dando un mal ejemplo a la niña. No la conozco de nada, pero tengo una responsabilidad social. Yo, como persona adulta, tengo una responsabilidad social hacia la infancia.

Pero ¿y si, a pesar de todo, decido cruzar? Tengo prisa. No puedo esperar a que la luz del semáforo se ponga verde. Empiezo a andar hacia el otro lado. Un paso. Dos pasos. De repente, aparece un autobús. Por ejemplo. Aparece un autobús y la madre le tapa los ojos a la niña. Demasiado tarde: la niña ya ha visto como me atropella.

En este caso, ¿sigue siendo un mal ejemplo? Si, por culpa de mi imprudencia, me dejo atropellar por el autobús, le estoy dando un buen ejemplo, ¿no? Un buen ejemplo de lo que te puede pasar si atraviesas la calle con el semáforo en rojo.

La niña ha visto como me atropella un autobús. Por ejemplo. Quizá no es un autobús. No lo he visto bien. La niña sí lo ha visto. Lo que no ha visto la niña es como mi alma se desprende de mi cuerpo y se eleva bien alto, hasta llegar a esta sala de espera.

Tengo prisa.

Oscuro.